Discúlpame por tantas cosas, que llore, pero tu adiós me destroza.
Siento que camino sobre la vía dolorosa. Aunque pase el tiempo no te olvidaré.
Quien diría que la última vez que te vi, sería eso; la última vez. Pero sabes
que nunca te voy a despedir. No te vas, porque te quedas en el corazón de
hermanos y familiares.
Tal vez las personas saben el día en el que nacen, pero
nadie sabe el día que morirá, La noche en que te fuiste, te perdí y también mi
fe. Recuerdo con amargura el día en el que me llegó la noticia, ¡esa maldita
noche!.
A un recuerdo cuando me decías “El día que yo me muera,
quiero que estés conmigo, no llores que yo solo me adelantaré”. Esa frase que día
con día está en mi cabeza, ese peso en la conciencia de no haber cumplido mi promesa.
El saber que te fallé, que no cumplí me deja sin palabras; me aparto de todos, escucho
música y solo pienso. Cuándo te vi en el tu sepelio sentí mucho dolor: tantas
malditas flores que solo pesan en mi memoria. No las odio pero no me agradan. Solo
pido a un Dios que vengas solo un momento.
Quiero agradecerte por lo mucho que me enseñaste: qué el
infierno está en este mismo suelo, que debes amar a tu enemigo como a tu hermano, que es de
cobardes huir ante un problema. Tantas y tantas cosas que aprendí de ti… Pero ¿sabes?
nadie sabe lo que sentía. Nunca encuentro las palabras.
Hoy en día lo escribo. El tiempo sigue corriendo y nunca parará.
La vida pasa y a todos nos pasará.
A veces siento temor y pierdo el control, porque sé que ya
no aparecerás, que no regresarás, pero confía en mí como yo misma confié en ti.
No te voy a defraudar y, ésa promesa que hice cuando tenías vida, la cumpliré.
Tú me ensañaste a no temerle a ningún hombre en la tierra, tú me cuidas desde
el cielo. Esto que expreso es de corazón. Se fue tú cuerpo pero tú en mi recuerdo
quedarás. Hay que alzar la vista y mirar de frente. Yo soy el camino yo decido
por dónde seguir.
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